Antecedentes

La relación entre la enseñanza la formación intelectual de los economistas y la política económica durante el período 1929-1984 ha sido poco estudiada. En particular, es importante precisar el papel que desempeñaron en el crecimiento económico de este período las primeras generaciones de economistas formados profesionalmente. El período se caracterizó por un deslizamiento gradual de la política económica desde posiciones liberales hacia posiciones más intervencionistas, propias del llamado “desarrollismo”, como se le conoció en los años treinta y cuarenta. La ampliación de la intervención del Estado en la economía respondió tanto a la necesidad de reactivar el crecimiento económico en un primer momento, como al objetivo deliberado de reencauzar el desarrollo del país para favorecer a determinados sectores y actividades, sobre todo, a partir de 1940, al sector industrial. El Estado requería de personal calificado para desempeñar funciones de dirección de empresas públicas, planeación económica y ejecución y diseño de la política económica. Aunque los secretarios de Hacienda siguieron siendo abogados hasta la década de los años setenta, los economistas comenzaron a ocupar posiciones cada vez más importantes en esa secretaría, en el Banco de México y en otras secretarías de Estado que tenían a su cargo importantes funciones económicas.

La Escuela Nacional de Economía fue la primera y más importante institución formadora de economistas en este período. Entre 1952 y 1982 cuatro directores de la Escuela Nacional de Economía fueron secretarios de Estado: Gilberto Loyo y Octaviano Campos Salas de Economía, Horacio Flores de la Peña de Patrimonio Nacional y Emilio Múgica Montoya de Comunicaciones y Transportes. Los primeros economistas que llegaron a ser titulares de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México también fueron egresados de la ENE, además de numerosos subsecretarios, directores generales de empresas y organismos y otros puestos directivos importantes dentro del sector público. La formación intelectual que recibieron en la Escuela Nacional de Economía, aunque fuertemente marcada por la herencia ideológica de la Revolución Mexicana, estuvo también influenciada por la teoría keynesiana y el estructuralismo latinoamericano. Hacia los años sesenta adquirieron mayor importante enfoques más críticos, como la teoría de la dependencia y el marxismo, antecedentes directos de la radicalización que experimentó la Escuela en los años setenta, cuando se convirtió en Facultad. La forma en la que esta transición intelectual afectó la relación, hasta ese momento simbiótica, entre la enseñanza de la Economía en la UNAM y las necesidades de formación de economistas del sector público, debe ser analizada cuidadosamente, para determinar si la radicalización fue causa o efecto de un paulatino distanciamiento de los gobiernos de los años setenta y ochenta de las posiciones que habían defendido sus antecesores en materia de desarrollo económico e intervención del Estado en la economía.

El contexto histórico que impondrá la ruptura entre el saber disciplinario y la pericia profesional, dio como resultado el relevo de un perfil profesional en la gestión de políticas públicas (policy makers): la separación progresiva del economista formado en la tradición intelectual del desarrollismo, bajo la caracterización de un empresario político del populismo o bien como expresión de un saber teórico sin sustento en el manejo de la nueva realidad económica.

Este ciclo roto de relaciones entre producción intelectual, formación profesional y generación de un discurso legitimador de la profesión del economista, constituye un objeto de análisis relevante toda vez que expresa, en varios niveles, el colapso de una red intelectual del saber disciplinario asociada al fin de determinadas políticas públicas y una nueva caracterización del profesional de la Economía, como un “experto” de la gestión del mercado y la política económica.