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Economia Informa núm. 358 (mayo-junio 2009)

 

Aspectos de la recesión internacional en 2008 y 2009

 


Presentación

 

Caracterizar como inusitada la evolución extremadamente negativa del en­torno económico es ya lugar común entre analistas internacionales. Y no por ello la afirmación resulta menos cierta. Por ejemplo, se ha arribado al ago­tamiento de un par de cuestiones de primerísima importancia para el capi­talismo como sistema: terminaron las poco más de dos décadas conocidas como la Gran Moderación, durante las cuales se redujo a nivel planetario la volatilidad de la inflación y del producto, en primer lugar, y se ha llegado también al agotamiento –al menos en el corto plazo– del régimen de políticas que en los países industriales era guiado por la tasa de interés como variable de intervención, en segundo lugar. Amén de lo anterior, la mitología de que los bancos centrales se orientaban por el credo monetarista, mitología exis­tente entre pequeños núcleos de economistas del subdesarrollo, se quedó sin su molino de viento al cual vilipendiar.

 

No es de extrañar, por ello, que se hayan abierto pequeños cismas al in­terior de las dos vertientes más poderosas del pensamiento económico. Los nuevos clásicos, herederos de la teoría cuantitativa, del mecanismo de ajuste internacional, de los vencedores de los mercantilistas originarios y, por aña­didura, combatientes ellos mismos contra los nuevos mercantilistas de los siglos xx y xxi, discrepan hoy respecto de dos asuntos liminares: 1) hasta qué punto la falta de ortodoxia de Alan Greenspan está en el origen de la debacle y 2) ¿debe apoyarse o no la transición guiada y practicada por Bernanke ha­cia el “relajamiento crediticio”?

 

A su vez, los nuevos keynesianos debaten también el punto anterior, en el cual algunos, como Paul Krugman, creen que ese viraje de Bernanke es un laurel a destiempo en las sienes de Milton Friedman, mientras otros lo ven como un mal necesario –¿“mal” en la medida que conferiría obsolescencia a su recurrente “trampa de la liquidez”?–. La política fiscal también está so­metida a fuego: Christina Romer, profesora de Universidad de California y asesora del presidente Obama, decide distanciarse de las expectativas ra­cionales, de la inconsistencia dinámica y de la credibilidad macro para es­tudiar la estabilización estadounidense a partir de la segunda posguerra y, por qué no, para proponer multiplicadores de gasto público; mientras John Taylor, por tales renuncias, clasifica las propuestas fiscales de la asesora no sólo como erróneas en su cálculo empírico sino como pertenecientes a la casi extinta línea de los viejos keynesianos, en cuanto a su linaje conceptual.

 

Y a nivel doméstico la posición del Banco de México, de larga data pre­suntamente orientada por el trípode de Taylor (paridad flexible, enfoque de blancos de inflación y regla de política), trípode con impecables credenciales de los nuevos keynesianos, profundiza su desdén por la inflación y se lanza, con desparpajo, al más plano pragmatismo imitativo de la Reserva Federal (Fed). Ya sabíamos de su temor a flotar, sabíamos de su falta de regla explí­cita y sabíamos que su enfoque de blancos de inflación no se sustentaba en un verdadero régimen de transparencia. En una palabra: sabíamos ya de su abierta o soterrada heterodoxia funcional, pero luego de lo recientemente visto ¿qué cosa le queda por romper, cuando ni siquiera está ya sosteniendo su accionar en el nuevokeynesiano trípode de Taylor?

 

Justo cuando asume como variable de intervención explícita un blanco de tasa de interés, a comienzos de 2008, y la inflación observada tiene un ascenso sistemático hasta diciembre del mismo año, el Banco de México de­cide el relajamiento: mientras la inflación observada sube en ese período 2.83 puntos porcentuales el blanco de la tasa apenas sube 0.75 puntos, y cuando la inflación desciende sólo medio punto (entre diciembre de 2008 y marzo de 2009) la tasa blanco de la autoridad baja 2.25 puntos (hasta el anuncio de po­lítica de abril). Resultado: la tasa de interés real promovida por la autoridad es cero (véase gráfica). “El mandato antiinflacionario ha muerto, larga vida a la política contracíclica” parecieran decir, desde hace muchos meses, en las oficinas del instituto emisor. El abandono de cualquier marco normativo a fin de promover sin ataduras la demanda agregada es hoy la consigna por la que después habremos de pagar platos rotos.

 

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